Siempre Alice: el miedo a perderse uno mismo

Siempre Alice (Still Alice, 2014) es, de principio a fin, el esbozo del avance de una enfermedad: el Alzheimer de inicio temprano. Alice (Julianne Moore) es una investigadora y profesora de lingüística (de cuya celebridad sabremos más por lo que nos dicen que por lo que vemos) que comienza a tener pequeñas lagunas de memoria, hasta que recibe el terrible diagnóstico. En la ruta se va perdiendo a sí misma y es apoyada por su esposo e hijos.

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Richard Glatzer y Wash Westmoreland se inspiran en una novela de Lisa Genova, comparten créditos de dirección por cuarta vez (antes lo hicieron, entre otras, en Quinceañera) y proponen una serie de viñetas diseñadas para ilustrar etapas puntuales de la enfermedad. Los realizadores se lanzan en algunos momentos por la ruta del melodrama (ese género que goza tanto del exceso), pero su labor parece más bien sujeta por la contención. Y es que…

Su acercamiento resulta respetuoso en exceso, habitado por un pudor que provoca que la propuesta se quede en la superficie informativa y emocional. Pareciera que el tándem busca enterar y conmover, pero también evitar a su público las molestias de la exposición a los horrores físicos y mentales del Alzheimer. Son un poco más claros en la tragedia que representa este mal para Alice, quien encara pérdidas constantes, al punto de ya no ser consciente de los extravíos: perder la noción del “yo” es uno de los grandes miedos comunes a este mal.

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Glatzer y Westmoreland entregan una cinta que funciona mejor como obra expositiva. Pues se agota prácticamente en eso. El drama está en la enfermedad y en la pérdida de la individualidad, pero en un ambiente protegido, porque la familia no niega su solidaridad. Si bien el tándem obtiene un buen desempeño de Julianne Moore (a menudo mesurada, su actuación también presenta las gesticulaciones exacerbadas y las entonaciones engoladas que tanto gustan a la Academia, que la reconoció, en consecuencia, con el Óscar), el de los otros miembros del reparto es más bien discreto (Kristen Stewart, que da vida a una hija de Alice, apenas aporta verosimilitud a su personaje). El resultado es una cinta light, que informa más de lo que duele. Se asoma al abismo del Alzheimer, pero nomás tantito.

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