Nolan inicia

Con los textos de Doodlebug y Following, primeras obras de Christopher Nolan, Cinexcepción inicia una revisión -un seguimiento, para ponernos a tono- de toda su filmografía. Felizmente ambas pueden verse, completas y con subtítulos, en Youtube. Nolan es uno de los realizadores imprescindibles para entender el cine del siglo XXI, y sus películas son tan ambiciosas como sustanciosas. Con sus bemoles, cierto, pero aún así son fascinantes.

Doodlebug

Doodlebug es un cortometraje en blanco y negro; dura tres minutos y fue realizado en 1997. La acción transcurre en el interior de un departamento ruinoso, donde un sujeto (Jeremy Theobald), que en créditos es llamado El hombre, está al acecho. Toma un zapato y va tras algo que se mueve bajo un trapo. Lo que descubre -y descubrimos- debajo de él genera más de una pregunta sobre su salud mental y da pie a una serie de especulaciones sobre la percepción de sí mismo y lo que provoca, asumimos, el encierro físico y mental.

Entre fantástico y realista, Doodlebug deja ver el afán de utilizar la técnica cinematográfica (y los efectos visuales) lo mismo para sorprender al ojo del que ve y escucha que para dar densidad y amplitud temática al relato. Nolan saca buen provecho de las virtudes del cortometraje, que con todo y su breve duración posee una riqueza maravillosa y abre una ventana a la imaginación del espectador para que éste se siga ocupando de lo abordado -e incluso que lo amplíe- una vez que concluye la proyección.

7/10

Un buen principio

En Following (1998) -traducido como El seguidor-, su primer largometraje, Christopher Nolan acompaña a un sujeto sin nombre (Jeremy Theobald), al que en créditos se alude como El joven. Es éste un tipo solitario que pretende ser escritor y reúne una buena cantidad de los estereotipos que sobre el oficio existen: es ocioso, pobretón y miserable; vive en una buhardilla donde una máquina de escribir ocupa el sitio de honor. Para inspirarse y obtener material para su labor sale a la calle y sigue gente al azar. Entonces imagina qué hay detrás de los hombres y mujeres que elige. Un día uno de ellos, Cobb (Alex Haw), repara en su presencia y su actividad, y lo encara en un restaurante. El susodicho resulta ser un singular ladrón que ingresa a las casas del prójimo (y que trae a la memoria al protagonista de El espíritu de la pasión, que años después realizaría el coreano Kim Ki-duk) con intenciones similares a las que alberga El joven: imagina lo que se esconde detrás de los objetos que encuentra -algunos de los cuales se lleva o simplemente cambia de lugar-, las edades de los habitantes y relaciones que sostienen. Comienzan entonces a ser “colegas”… y crecen las desgracias del aspirante a escritor.

Como en su corto Doodlebug (1997), Nolan apuesta por el registro en blanco y negro y un acercamiento que está entre el impresionismo y el realismo, con un aprovechamiento de la luz natural (principalmente de las ventanas, que por lo general aparecen a cuadro); también utiliza primordialmente cámara en mano, gracias a lo cual uno tiene un acercamiento que cabría calificar como orgánico al espacio y las circunstancias. Además rompe con el relato lineal y propone abundantes saltos temporales. Vamos así de lo que descubriremos que es el presente al pasado del protagonista, antes y después de iniciar los robos a casas. La estrategia reserva más de una sorpresa -la mayor, una vuelta de tuerca que se revela de forma inteligente más o menos a la mitad de la cinta- y contribuye a dar mayor densidad al drama de El joven.

A lo largo de los 69 minutos de duración de la película -con todo y créditos- somos invitados no sólo a acompañar al aspirante a escritor, sino a hacer lo que él hace, a emularlo. Nos convertimos así en perseguidores del perseguidor e ingresamos en su vida y en la de los sujetos que él sigue. De esta experiencia, El joven no sale indemne, y tampoco el espectador. Si en Doodlebug el personaje no abandona su espacio y es “víctima” de sí mismo, en Following Nolan explora las consecuencias de convertirse en objeto de los otros: para empezar, de su percepción; luego del involucramiento que viene una vez que el contacto es más que visual. Al final resulta casi inevitable establecer el nexo entre lo que sucede en esta cinta y lo que habrá de ocurrir años después con El origen (Inception, 2010). No sólo porque en ambas tiene protagonismo alguien que obedece al nombre de Cobb, sino porque las cintas comparten la voluntad de explorar lo que acontece una vez que se ha hecho la intromisión en la vida (o la mente) del otro. (Ni hablar del hecho de que en la puerta del departamento de El joven hay una calcomanía con el emblema de Batman.)

Following costó seis mil dólares y fue realizada con amigos a lo largo de algunos fines de semana. Nolan es autor del guión y se encarga de la fotografía y de operar la cámara. Pero no es una película casera en lo relativo a la forma y la artesanía, como tampoco lo es desde el punto de vista narrativo y menos del temático. Ofrece material para iluminar el proceso creativo: las intromisiones del artista en la vida real tienen consecuencias, a veces indeseables, mientras el escritor asume una responsabilidad con lo (los) que nutre(n) su obra. El voyeur-escritor se ve obligado a abandonar la comodidad de la oscuridad y no sólo es observado, sino que es expuesto con sus carencias; sin buscarlo se convierte en protagonista y encuentra así una ruta no buscada de autoconocimiento. Following deja ver la conveniencia y los inconvenientes de la convivencia (en la que el azar juega un rol secundario, pues aquí no hay encuentros casuales) y el crimen como producto ¿inevitable? de ella. Los comportamientos de los personajes de esta película (como de las que vendrán después) ofrecen un campo fértil a la ética. Y como ya proponía Doodlebug, nadie puede escapar de sí mismo.

7/10

En ocho partes:

 

 

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=yDijyvnL1fI

 

 

 


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