Los Increíbles 2: entre el déjà vu y la crítica oportuna

A Pixar, estudio que cambió significativamente la faz de la animación, las secuelas no se le dan muy bien. Es cierto que las que van hasta la fecha tampoco son un desastre, pero es claro que hacer franquicias no es su fuerte. Así lo prueban Cars 2 (2011), Monsters University (2013) y Buscando a Dory (Finding Dory, 2016). A diferencia de éstas, Toy Story 2 (1999) ofrece un balance positivo, con resultados similares a los que tuvo la primera entrega. A ella habrá que sumar ahora Los increíbles 2 (Incredibles 2, 2018), que entrega buenas cuentas.

Los increíbles 2 inicia justo donde se quedó el primer rollo, cuando aparece en la superficie un enorme taladro comandado por un villano que tiene forma de topo. Pero si creíamos que finalmente la familia habría de aceptar la explotación de sus súper poderes y podría funcionar con normalidad, como sugería el final de marras, nos equivocamos. Porque regresan los viejos problemas: los súper héroes vuelven a ser ilegales y los conflictos familiares persisten. Hasta que aparece un millonario que quiere reivindicar a los súper héroes y le ofrece trabajo a Elastigirl porque trabaja con más limpieza que su marido. Entones Mr. Increíble tiene que hacerse cargo del hogar. Y los problemas se multiplican…

Para no variar, Pixar entrega cuentas notables en lo relativo al diseño y la animación. El colorido y el movimiento es particularmente lucidor en las escenas de acción, que, como buena secuela de cine de aventuras, no son escasas. Como en la primera entrega increíble, Brad Bird es el responsable del guión y la realización. Éste retoma los presupuestos sobre la familia que Hollywood ha repetido por décadas. Así, en Los increíbles 2 volvemos a ver cómo funcionan los roles de autoridad dentro de ella: la madre es y el padre está, o, más bien, tiene que estar. Mientras que la madre ejerce su rol con naturalidad y solvencia, el padre debe merecerlo, y continuamente tiene que hacer algo que no quiere hacer y que por definición hace mal (acompañar a los hijos, educarlos, realizar las actividades domésticas y resolver las contrariedades del crecimiento, asuntos de los que normalmente se hace cargo su esposa).

Además, para ponerse a tono con los tiempos que corren –y hacer eco del empoderamiento femenino, que hoy está de moda y es una forma fácil de quedar bien, de ser políticamente correcto–, Bird hace de su protagonista femenina una heroína que sale a la calle a ganarse el pan combatiendo a la delincuencia. En Los increíbles (The Incredibles, 2004) el cineasta presentó, con frescura y humor, una ruta singular para probar las virtudes que el cine convencional norteamericano endosa a la familia. En la secuela, sin embargo, resulta inevitable el déjà vu. Con todo y que multiplica con éxito algunos elementos que probaron su éxito previamente. Son abundantes, así, las escenas en las que la aventura es la vía para alcanzar la funcionalidad, para solucionar los problemas conyugales y los que supone el crecimiento, el paso por la adolescencia. Ahora saca buen provecho de Jack Jack, el más pequeño de la familia, cuyos poderes son descubiertos por su padre y que protagoniza no pocas escenas.

La novedad está en el villano, el Screenslaver. Si bien es cierto que su discurso es un tanto disperso y a la larga un tanto inconsecuente, lo que exhibe es de una oportunidad y un valor plausibles. Porque, como su nombre lo indica, el malo esclaviza por medio de las pantallas (hoy que son abundantes los humanos que son incapaces de prescindir de ellas); dispone de la voluntad –o mejor dicho, anula la voluntad– de los que están frente a una pantalla y hace de ellos unos verdaderos zombis (cualquier similitud con lo que sucede con los humanos celular-en-mano no es mera coincidencia). Sus proclamas y su oposición a los súper héroes tienen un sustento sólido y revelador, crítico: los humanos los necesitan para eludir lo que les tocaría hacer a ellos, para evadir sus responsabilidades y evitar hacerse cargo de sí mismos. Acaso el mensaje pase desapercibido para los que no quieren enterarse de lo importante mientras se ocupan de lo “urgente” (¿revisar las redes sociales?), pero no está nada mal para una comedia familiar animada, ¿no?

 

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