La favorita es la favorita

En El sacrificio del ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017), su largometraje anterior, el griego Yorgos Lanthimos ingresaba a la intimidad de una familia burguesa y daba cuenta de las consecuencias de los pecados de los padres. En La favorita (The Favourite, 2018), su más reciente entrega, ingresa a la intimidad de la corte inglesa e ilumina los mecanismos que subyacen al ejercicio del poder. Para no variar, el resultado es perturbador.

La acción de La favorita se ubica en la Inglaterra de principios del siglo XVIII. La silla real es ocupada por la reina Ana (Olivia Colman), una mujer achacosa y caprichosa. Del gobierno se ocupa Lady Sarah (Rachel Weisz), una mujer sagaz que manipula a la reina y se las ingenia para que se haga lo que ella planea, como seguir la guerra con Francia. Entonces aparece en la corte Abigail (Emma Stone), una prima de Sarah que ha caído en desgracia y se presenta para laborar como sirvienta. Pero en esta corte hasta la servidumbre hace intrigas, y Abigail no se queda de brazos cruzados.

Lanthimos concibe una puesta en cámara tan elegante como inquietante. Hace uso continuo del lente gran angular y, de esta forma –confiesa el cineasta– busca contrastar la amplitud de los espacios con las pocas personas que los habitan, así como generar cierta claustrofobia al mostrar los límites de espacios que si bien son grandes no son infinitos. Por otra parte, la deformación espacial subraya la deformación de los personajes; la profundidad acrecentada por el angular nos permite tomar distancia de ellos. Propone además abundantes movimientos de cámara y frecuentes acompañamientos a los personajes. Como Stanley Kubrick en Barry Lyndon (1975), el cineasta trabaja con luz natural y velas, lo que da un tono naturalista a la cinta. Detrás de la cámara cuenta con el buen desempeño del irlandés Robbie Ryan, quien ha trabajado en más de una ocasión con Ken Loach. Estructura su cinta en capítulos e imprime un ritmo brioso, intenso. En la banda sonora escuchamos músicas, no menos briosas, de compositores representativos de los siglos XVII y XVIII, como Bach y Vivaldi.

Este dispositivo da a la cinta una atmósfera singular, pertinente lo mismo para exhibir la ridiculez de los entretenimientos de la corte (en particular la de los varones, como carreras de gansos o darle de naranjazos a un tipo rollizo), que las intrigas del poder. Aquí, me parece, está lo medular de la cinta. En la estrategia que utiliza Sarah para manipular a la reina y la que emula Abigail para ascender. Para ganarse la confianza de la reina, para ser la favorita, hay diferentes rutas, pero una es compartida por ambas: aprovechar las pulsiones del sexo. Lanthimos imprime valiosas dosis de humor y oscuridad, y va de la comedia a la tragedia, para presentar mujeres contrastantes a partir de las cuales se abre un amplio abanico de la feminidad: una reina achacosa y vulnerable, insegura y manipulable, incapaz de tomar decisiones propias; Sarah es fuerte y decidida, es prácticamente un macho; Abigail puede ser suave y dura, también es manipuladora, hábil, hipócrita. Con agudeza y densidad, Lanthimos exhibe conductas que son poco encomiables y que, para no variar y como anticipábamos párrafos arriba, resultan perturbadoras. Nos lleva de la risa al asombro y entrega una cinta que tiende puentes con el cine de Peter Greenaway.

La favorita ha sido nominada a diez Óscares. Es, creo, la favorita para obtener el mayor número de estatuillas, entre ellas el de mejor película.

Calificación 90%

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