Interestelar: espectacular

En «Interestelar» Christopher Nolan retoma una de las grandes constantes de su cine: la culpa. Para no variar, entrega cantidades impresionantes de información que es necesario comprender al menos parcialmente para seguir la trama. Y, sin embargo, emociona.

Interestelar (Interstellar, 2014) es el noveno y más reciente largometraje de Christopher Nolan y se inscribe en la renovada tradición del cine de aventuras espaciales. Es obligado el referente a2001: odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), de Stanley Kubrick; parece inevitable el guiño —y algo más— a Gravedad (Gravity, 2013), de Alfonso Cuarón. Nolan retoma preocupaciones que aparecen en ambas y amplía el campo de batalla. El resultado es contrastante, justo es anticipar, pero no por eso es menos apasionante.

Después de la puesta al día de Batman (que va de Batman inicia a El caballero de la noche asciende) y de las fascinantes especulaciones oníricas de El Origen (Inception, 2010), Nolan regresa con un guión escrito al alimón con su hermano Jonathan. Se ubica en un futuro indefinido en el que la Tierra, exhausta, ofrece un paisaje desértico y sólo puede producir maíz. Y en poco tiempo, ni eso. Los humanos, entonces, se ven en la necesidad de brincar ese gran condicionante que es vivir en este planeta (como anota Hannah Arendt en uno de sus más conocidos ensayos) y buscar ambientes propicios en otras galaxias. Se han implementado algunas misiones y hay tres planetas que parecen promisorios. Entonces Cooper (Matthew McConaughey) es enviado al mando de un equipo que habrá de determinar cuál es la mejor opción (la humana añoranza por el hogar es tan irracional como añeja): la humanidad, esa gran depredadora, se rehusa con furia a la extinción, no se entrega pasivamente a la muerte, como sugiere el poema Do not go gentle into that good night, de Dylan Thomas, que escuchamos en repetidas ocasiones.

Nolan retoma aquí una de las grandes constantes de su cine: la culpa. Si en la saga de Batman Bruce Wayne vive atormentado porque se siente responsable de la muerte de sus padres, en El Origen Cobb no puede escapar a lo que sembró en la mente de su mujer y en Memento (2000) Leonard se inventa un laberinto para sacarle la vuelta a su probable participación en la muerte de su esposa, en Interestelar Cooper, pero sobre todo el Dr. Brand (Michael Caine), vive asolado por la culpa. Es ésta uno de los grandes resortes que impulsan a los personajes del cineasta, que invariablemente lleva sus propuestas al campo de la ética. Es tal el peso de la culpa, que en un pasaje de la cinta el científico, responsable de la misión salvadora, pide perdón a su hija… por medio de la hija de Cooper.

Uno de los grandes asuntos de la ciencia ficción es proponer un suelo para la antropolgía y subrayar qué nos hace —y nos hará— humanos. Y la respuesta de Nolan es: el amor, que se convierte en el gran asunto de la cinta. Cooper tiene una cálida relación con sus dos hijos, en especial con su hija Murph (Mackenzie Foy, de niña; Jessica Chastain, adulta) y toda la odisea tiene como propósito asegurar un futuro para ella: si Ricardo III habría cambiado su reino por un caballo, él no sacrifica a su hija por la especie. El nexo crece a lo largo de la historia y hace viable la trascendencia; es niquelado en una frase que dice Amelia (Anne Hathaway), hija de Brand y tripulante de la misión, en la que sugiere la posibilidad de que el amor sea capaz de empujar la evolución que lleve al ser humano más allá de las dimensiones por él conocidas. El amor es una fuerza de atracción tan fuerte como la gravedad, tema que atormenta a los científicos en la cinta. Y, como todo lo que toca Nolan, también Interestelar se convierte en un gran espectáculo: tal vez ahora la acción no es tan lucidora, pero los pasajes sorprendentes no escasean y el amor alcanza alturas épicas. Así, el amor que podría ser una manifestación del egoísmo (y en algún momento éste se convierte en el motor, harto racional, de la conservación de la especie) se convierte en un encomiable gesto altruista.

Para no variar, Nolan entrega cantidades impresionantes de información que es necesario comprender al menos parcialmente para seguir la trama. Y aquí lo relativo a la relatividad y la física cuántica aporta datos de forma importante. No en vano en los créditos figura como productor ejecutivo un experto en la materia, Kip Thorne, y cobran relevancia los trabajos de Stephen Hawking y Roger Penrose sobre los agujeros negros. Todo esto puede resultar abrumador en más de un momento. Además, esboza personajes cuya singularidad es por momentos contraproducente: se expresan con cierta afectación, y no es raro que sus diálogos resulten tan inteligentes como confusos. Por otra parte, hay largos pasajes que resultan más pesados que densos.

Y, sin embargo, emociona (y no faltan las dosis de humor). Al menos me emociona (porque la cinta divide las opiniones en serio). Ignoro si todos los que, como yo, ya se reprodujeron, habrán de compartir las sensaciones que experimenté a lo largo de la cinta, pero si me divertí como enano con la saga de Batman y elucubré como pude y divagué como quise en El Origen, deInterestelar salí bastante conmovido. Como hace mucho, mucho tiempo no me sucedía.

Publicado originalmente en Magis.


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