El mapa (de Hollywood) y el territorio (de David Cronenberg)

El canadiense David Cronenberg propone en Mapa a las estrellas (Maps to the Stars, 2014) una experiencia tan incómoda como reveladora. Para no variar… Y si en Cosmópolis (Cosmopolis, 2012), su largometraje anterior, transitaba por un Manhattan hostil que permitía hacer una revisión de los tiempos que corren, ahora se instala en Los Ángeles para examinar el lado oscuro de las estrellas: y por acá no todo lo que brilla está sano.

Mapa a las estrellas recoge las vicisitudes de los Weiss, una familia casi como cualquier otra. El padre, Stafford (John Cusack), ha alcanzado celebridad ofreciendo singulares terapias para las celebridades; la madre, Christina (Olivia Williams), administra la carrera de su hijo Benjie (Evan Bird), quien a sus 13 años tiene ya una exitosa carrera como actor. A ellos se une la joven hija mayor, Agatha (Mia Wasikowska), quien regresa de Florida luego de años de ausencia por razones que se descubren poco a poco. El mapa lo completa Havana Segrand (Julianne Moore), una actriz madura que entra en crisis cuando se escapa de sus manos la posibilidad de llevar el rol principal en el refrito de una película que protagonizó su madre.

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Cronenberg explora este universo cual zoólogo, con una lente atenta pero distante (clínica, se diría). Propone una puesta en escena que imprime gelidez al relato mientras ofrece atisbos de lo enfermizo del ámbito que registra. La luz del polaco Peter Suschitzky, su cinefotógrafo de cabecera, y el uso constante de lentes de distancia focal corta (que tienen buena profundidad de campo) se suman para dar cuenta de la soledad y de la distancia que existe aun entre los que conviven en la misma casa. Hasta las escenas de sexo parecen más mecánicas que íntimas. Contribuye además para exhibir la falsedad de las relaciones que se establecen entre los que se dedican al espectáculo (que, para el caso, son prácticamente todos los personajes que habitan la cinta). Aquí nada parece espontáneo, tampoco sincero. Incluso los diálogos entre madre e hijo adolecen de afectación. Cuantimás las cuitas de Havana, quien congrega los males que la cinta denuncia: maltratada por su madre, y atormentada por el fantasma de ésta, lucha por mantenerse vigente en un ambiente que rinde culto a la juventud. En Cosmópolis Cronenberg nos hacía ver que el poder económico está en manos de sujetos cada vez más jóvenes –y más aburridos–, en Mapa a las estrellas muestra cómo en Hollywood inician a una edad aun menor y no dudan en ejercer su “jerarquía” con grosería. Pero ni siquiera ellos escapan de los que son aún más jóvenes, y muy pronto se enfrentan a los mismos problemas que sus mayores: la desazón por la competencia, el vértigo de la fama, la adicción a las drogas, las alucinaciones. Al final chicos y grandes presentan rasgos infantiles, si bien algunos los ocultan mejor que otros: no en vano algunos de ellos son actores (o aspirantes) y la ficción forma parte de su cotidianidad.

En la filmografía de Cronenberg los males mentales terminan por ser físicos. El desvarío de la mente está en la raíz de los padecimientos orgánicos de los individuos y los grupos en los que se insertan. Como sucede con los cuerpos que incorporan artefactos mecánicos en Crash (1996) o la figura humana que cede ante la morfología de la mosca en La mosca (The Fly, 1986). La somatización también aparece en Mapa a las estrellas: en los cuerpos se acumulan las tensiones (y no es raro que los personajes reciban masajes) y queda huella del maltrato, de las visitaciones del pasado (Agatha, que conserva las cicatrices de las quemaduras que sufrió en su infancia, es el caso más evidente; pero también Havana, cuya terapia psicológica es corporal). Conforme avanzan las hostilidades, el maquillaje cae y se hace visible la monstruosidad. En el lado oscuro de Hollywood el desvío es la norma –un territorio muy bien conocido por Cronenberg– y la paranoia que deforma la percepción también deforma los cuerpos.

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Cronenberg aborda Hollywood como una familia disfuncional, incestuosa, para acabarla (¿o para iniciarla?), que acelera el crecimiento de los más pequeños, para explotarlos. Ahí toda relación obedece al interés y toda convivencia es investigación para una futura película o serie de televisión. Ahí también se hace presente algo que el realizador había expuesto en Una historia americana (A History of Violence, 2005), otra historia de familia: en la vigilia resulta inocultable que el sueño americano es una pesadilla en la que no cabe mayor ingenuidad; el asesinato es un rasgo fundacional del modo americano de vida. Aquí, como en otras películas que se asoman así sea de rebote a Hollywood (Birdman, la más reciente), no cabe la risa ni, como afirma Cronenberg, la esperanza.

Mapa a las estrellas muestra que el cine de Cronenberg no pierde lucidez ni acidez. También confirma su habilidad para la dirección de actores. En la cinta llama la atención el buen desempeño tanto de los jóvenes (Bird, Wasikowska, pero también Robert Pattinson) como de los maduros, en especial de Julianne Moore. Su desempeño fue coronado en Cannes con el premio a mejor actriz, y no sería extraño que Óscar le conceda una nominación.

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