El imperio del gusto en la era de Facebook

Como parte de la dinámica de las clases que imparto, propongo el análisis de las producciones de los alumnos. Por lo general se trata de ejercicios que se realizan de acuerdo a consignas, que tienen como objetivo la puesta en práctica de principios o conceptos, y que rara vez tienen una duración mayor a un minuto. A lo largo de los últimos semestres me he encontrado con una constante en los comentarios que se hacen y que se condensan en un lacónico y concluyente “Me gusta”. Sé la importancia del gusto en lo relativo a la creación y la recepción de obras artísticas, pero quedarse en él para el análisis y la evaluación nos lleva a equívocos tangibles y a un aprendizaje precario. Una aseveración de esta naturaleza habla más del que la hace, y en más de un caso supone sobre todo adhesión, solidaridad o simpatía con el realizador más que con la obra. De ahí que invariablemente me vea en la necesidad de preguntar, para empezar, ¿qué y por qué le gusta al que le gusta? Si bien es cierto que sobre gustos no hay disputas (a decir verdad en el mejor de los casos se consigue un intercambio de informaciones sobre las preferencias), a veces por esta ruta se puede llegar al análisis (que busca desglosar y determinar cómo funcionan los elementos que componen la propuesta). No es la mejor ni la más deseable, pero ha sido lo más provechoso cuando se parte de un “Me gusta”. En clase hago ver que el “Like” es tan vacío como el adjetivo “interesante”, que se cuelga sin empacho a más de un producto sin decir nada de él: no hay películas ni libros ni cosas interesantes, pues el interés está en el sujeto.

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Estas experiencias que se viven en el aula son una extensión de la forma de encarar el mundo. El “Like”, utilizado de forma regular en Facebook se ha convertido en el comentario por antonomasia. Se trata de una expresión que si bien no ha de leerse siempre de forma literal (aunque tampoco tiene muchos significados; no es raro que se utilice a modo de declaración de enteramiento), por lo general ha de leerse literalmente. Por esta ruta el gusto se ha convertido no sólo en una forma de apreciación sino de evaluación. El que la emite no se siente en la necesidad de abundar o precisar su parecer, de describir en el peor de los casos y analizar, en el mejor: el que emite un “Like” ha dicho todo lo que tenía que decir (mientras expresa su simpatía).

El cine es un campo en el que todos tienen opiniones y, por supuesto, gustos. Es un terreno en el que se manifiestan apreciaciones similares a las del futbol. En ambos casos tiende a evaluarse desde el gusto, actitud que pareciera liberar al opinador del “esfuerzo” que supone cierto análisis, argumentar los pareceres. Para bien y para mal. Mucha gente ha comentado que Batman vs. Superman: el origen de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016) es una mala película; otros ensalzan Capitán América: Civil War (Captain America: Civil War, 2016). ¿Bajo cuál criterio? A menudo, sí, el gusto. Cuando el comentario no va más allá del gusto, a mí deja de parecerme atendible la opinión del opinador. (En México, y en el futbol, ha habido temporadas en que les da a los “comentaristas deportivos”, que dicho sea de paso engrosan el sector más flojo –y perezoso– del periodismo nacional, por lanzar elogios o reproches al Chicharito; no sé si se trata de un crack o de un Chanfle –aunque yo creo que está más cerca del segundo–, pero en uno u otro caso, muy rara vez se ofrecen cifras, argumentos para sustentar la evaluación: lanzan opiniones que se lleva el viento. No sé si a alguien le guste el estilo de juego del Atlético de Madrid, que ha sabido explotar las mezquindades del deporte de las patadas: ha hecho del futbol sólo futbol. A mí me produce bostezos y urticaria; no lo veo ni por accidente. Pero es efectivo: hay parámetros objetivos para evaluar que no es un mal equipo.)

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En el cine no hay parámetros absolutos de evaluación, pero sí hay elementos observables: expresivos, técnicos, dramáticos. Cada gremio suscribe los que le parecen más válidos. De ahí que en un festival rara vez coinciden los premios de público, jurado y crítica. Mención aparte merece la prensa de espectáculos, que en México, sigo creyendo, es tan mala –y, peor, frívola– como la de deportes (recuerdo a una patriotera “porrista” de Iñárritu que trabaja para TV Azteca y que en la entrega de Óscares del año anterior no perdía ocasión de elogiar Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance), 2014) y de hablar mal de Boyhood (2015), y con cada comentario hacía más evidente su ignorancia; pero Christopher Nolan declaró que fue la mejor película que vio en el 2014).

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Roger Ebert, crítico de cine

Tiende a creerse que cuando un crítico evalúa positivamente una película es porque ésta le gustó. Con un mínimo de rigor y de honestidad el crítico tendría que estar en desacuerdo con esta perspectiva. Por supuesto que el gusto influye, pero quedarse ahí es faltar al sentido de la crítica (no ser autocrítico). Al respecto me parece pertinente traer a cuento mi apreciación sobre el cine de Tarantino, que a mí me entretiene y me divierte bastante. Pulp Fiction (1994), por ejemplo, a mí me gusta mucho. Sin embargo no me parece que se trate de una gran película; la Palma de oro que recibió en Cannes no es un despropósito, pero siempre me pareció un premio excesivo.

Facebook ha contribuido a la comunicación y a la presunción, a la solidaridad y a la vanidad. Ha otorgado a todo usuario el derecho de sumar a los demás a causas plausibles así como a enterarlos de cualquier cosa que pasa por su cabeza, por lo cual es posible encontrar en la red lo excepcional en un plano social y una cantidad impresionante de banalidades. Asimismo ha puesto al sujeto en la necesidad de buscar permanente aprobación. A propósito de Birdman Alejandro González Iñárritu comentaba con justeza la necesidad que esa red ha creado en sus usuarios de medir el grado de querencia por la cantidad de “Likes”. La autoestima o la miseria están así al alcance de un número determinado de clicks de mouse sobre la casilla de marras. La suma se traduce a menudo en un juicio sobre la persona o, en el caso del cine, sobre la película.

La red social ha fomentado y ha contribuido a afianzar la pereza intelectual (la pereza a secas), la cual se manifiesta más allá de la red. Si el medio es el mensaje, ¿la pereza habla por Facebook?  Sobre gustos no hay disputas, pero tampoco discusión, diálogo.

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