El Cineforo regresa con un ciclo formativo que no tiene desperdicio

Obras maestras y grandes directores conviven en el ciclo que el Cineforo de la Universidad de Guadalajara propone después de sus largas vacaciones. La selección –o debiéramos decir, la curaduría–, que en su mayoría es compuesta por películas norteamericanas,  contempla diferentes géneros y tiene alcances formativos.

El proceso (Le procès, 1962) de Orson Welles inaugura las funciones. La cinta se inspira en la célebre novela del checo Franz Kafka. Desde su estreno no han faltado los reproches de los lectores ante la propuesta del cineasta norteamericano. Sin embargo Welles entrega muy buenas cuenta. Entiende que la adaptación –si es que hay tal cosa– va más allá de la historia que se cuenta, y aquí deja ver un manejo del espacio, del ritmo, de la luz (en blanco y negro) y del montaje que sin duda llevan a estados de extrañamiento semejantes a los que surgen de la lectura de Kafka.

En Posesión satánica (The Innocents, 1961) el británico Jack Clayton se inspira en La vuelta de tuerca, la famosa novela de Henry James. El realizador (que filmó poco: entre sus cintas más conocidas está El gran Gatsby) instala atmósferas de terror para seguir los tormentos de una institutriz en una casona rural. De nueva cuenta el blanco y negro contribuye a dar densidad y ambigüedad a un asunto que está entre lo fantástico y lo psicológico.

El ciclo sigue con dos Westerns que se cuentan entre lo más valioso que el género ha entregado a lo largo de su historia. Más corazón que odio (The Searchers, 1956) es una de las grandes películas con las que John Ford contribuyó a dar grandeza a la épica a caballo. La historia se inspira en una novela de Alan Le May y sigue a un veterano de la Guerra Civil norteamericana en su afán de encontrar a su nieta, que está con los Comanche. Para no variar, Ford deja ver una puesta en cámara elegante y funcional que es pertinente para dar fuerza a la gesta de un hombre tenaz, se diría que un héroe.

El bueno, el malo y el feo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966) de Sergio Leone es uno de los clásicos del Spaghetti Western. El cineasta italiano acompaña a lo largo de casi tres horas a los tres personajes del título, los cuales buscan un tesoro. A la celebridad de la cinta contribuyen: el desempeño de los protagonistas (Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Wallach), las músicas de Ennio Morricone y la cinefotografía de Tonino Delli Colli. El resultado: una maravilla.

Dos dramas aparecen a continuación. Para empezar, Imitación de la vida (Imitation of Life, 1959), producción norteamericana del alemán Douglas Sirk. El argumento registra las contrariedades de una actriz, viuda y desempleada, que contrata una mujer negra. Para no variar, Sirk toca los resortes más sensibles de la emoción y concibe un melodrama de época. Literalmente.

En Luna amarga (Bitter Moon, 1992) el polaco Roman Polanski se inspira en una novela de Pascal Buckner y nos lleva a las intimidades de una relación de pareja con buenas dosis de sadomasoquismo. Polanski propone un provocador espejo incómodo, acaso torcido pero verosímil (¿medianamente documental?), de los sinsabores de la vida conyugal. Entrega, sin duda, una de sus mejores películas.

La violencia aparece de la mano de dos obras maestras que fueron estrenadas el mismo año y causaron reacciones virulentas: Naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971) y Perros de paja (Straw Dogs, 1971) de Sam Peckinpah. La primera se inspira en la novela homónima de Anthony Burgess y sigue a un joven que es manipulado para reaccionar a la violencia. Con humor y agudeza Kubrick entrega una cinta de corte filosófico, religioso y moral que va de la sátira al cinismo. Un coctel excepcional. La segunda tiene como antecedente la novela de Gordon Williams y acompaña a un hombre tranquilo que va a vivir a un poblado rural y se ve en la necesidad de reaccionar, más allá de lo que cabría imaginar, a las agresiones de algunos vecinos. Un estudio valioso que ilumina hasta cierto punto la actual violencia ambiente.

Dos comedias vienen a continuación. Primero se proyecta Una Eva y dos Adanes (Some Like It Hot, 1959) de Billy Wilder. Éste acompaña a dos músicos acosados por la mafia que deciden disfrazarse de mujeres e incorporarse a una banda femenil. Wilder, que supo navegar por los géneros como pocos, entrega una historia divertidísima y hace comentarios extraordinarios sobre las pulsiones, el género y las circunstancias que permiten explorar caminos antes impensados. Pulsiones aparte merece la presencia de Marilyn Monroe, un bastante deseable objeto del deseo.

Muñequita de lujo (Breakfast at Tiffany’s, 1961) de Blake Edwards se inspira en la célebre novela de Truman Capote y da cuenta de las vicisitudes de una joven neoyorquina que tiene ambiciones de trepar en la sociedad y cuyo plan cambia cuando conoce a un escritor, joven y pobre, que se muda al edificio donde vive. El humor es pertinente aquí para exponer la hipocresía social, pero también para invitar a buscar la congruencia. La música de Henry Mancini, que obtuvo el Óscar, es uno de los ingredientes memorables de la cinta.

Cierra el ciclo uno de los grandes musicales de la historia: Adiós Berlín (Cabaret, 1972) de Bob Fosse. La historia se ubica en la ciudad del título en los años treinta, cuando el nazismo va en ascenso. En ese paisaje tratan de hacer carrera como artistas de cabaret una joven y un presentador. Su labor consigue crear una burbuja gozosa ante la hostilidad ambiente. El desempeño de Liza Minelli la hizo merecedora de rabiosos aplausos. La cinta obtuvo ocho premios Óscar.

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