Dos Beatles en Netflix

Como los medios de comunicación convencionales, el streaming demanda la abundancia. Llenar horas de pantallas –chicas y grandes–, páginas de diarios –digitales o impresas–, espacios de radio, etcétera es, tarde o temprano, un asunto de cantidad más que de calidad. A diferencia del cine, que vive de la novedad y se “conforma con lo que va saliendo”, el streaming y la televisión tienen la oportunidad de la selección (a menos, claro, que se trate de producciones del canal que transmite). No obstante, la oferta en estas plataformas presenta diferentes niveles de calidad, a veces contrastantes. Es el caso de dos producciones de no ficción que tienen como protagonistas a los Beatles muertos y que forman parte de la oferta de Netflix: John & Yoko: Above Us Only Sky (2018) de Michael Epstein –quien no es pariente del famoso quinto Beatle, Brian– y George Harrison: Living in the Material World (2011) de Martin Scorsese.

John & Yoko: Above Us Only Sky tiene como sustento el material filmado a propósito de tres eventos que protagonizaron John Lennon y Yoko Ono: la grabación del disco Imagine, la participación en una marcha pacifista y la visita que ambos hicieron a Nueva York a inicios de los años setenta del siglo anterior; el producto se complementa con entrevistas a algunos de los involucrados en los eventos de marras. Cuando se hicieron los registros setenteros, como se comenta en algún momento de la ¿cinta?, no se tenía claro qué hacer con el pietaje, no se tenía un propósito definido. Cuanto terminé de ver John & Yoko: Above Us Only Sky, me pareció que sigue sin haberlo (al menos para Epstein y Joss Croley, quien lleva el crédito de Story Editor).

El material que confirma esta producción (me cuesta trabajo referirme a ella como documental, pues no lo es: de éste se esperan aportes que aquí brillan por su ausencia, como profundidad, el desrrollo de un tema, un comentario, sustancia, pues; tampoco es un reportaje, pues no da cuenta exahustiva de los eventos presentados) es maravilloso y en algunos casos novedoso. No así la información, pues la mayor parte de lo expuesto ya ha sido ventilado en otras producciones audiovisuales, en particular recuerdo dos películas de Andrew Solt: Imagine: John Lennon (1988) o Gimme Some Truth: The Making of John Lennon’s Imagine Album (2000), que, como su título anuncia, sí da cuenta del proceso de grabación del disco. Epstein vuelve a la singularidad de Lennon, a los aportes de Ono. Para los que no conocen del todo la biografía del Beatle, hay pretextos para el entretenimiento y el conocimiento; si ya conoces la información, queda el gusto del recordatorio, del material de archivo, de algunos atisbos a la genidalidad del músico y compositor. Hay algo de paja en algunos comentarios que no aportan gran cosa (en este tipo de producciones los convocados se creen en la necesidad de dejar frases para la posteridad, y muchas veces se quedan en el recuento de anécdotas que no tienen mayor gracia o en aseveraciones solemnes y un tanto huecas), algunas precisiones un tanto ociosas. Y al final el título no termina por tener un sentido: pareciera que, como en las obras mencionadas, es obligatorio hacer referencia a algún título o pasaje de canciones célebres.

John & Yoko: Above Us Only Sky es una producción que tiene valor en los terrenos de la divulgación, pertinente para ver en momentos de ocio. Pero más allá del gusto o el fanatismo beatle ofrece bastante poco; reitero: no hay una reinterpretación del personaje, un comentario amplio sobre una época, el desarrollo a profundidad de un tema en particular sobre la vida, la condición humana –susceptible de ser abordado a partir de Lennon y Ono–: en efecto sólo hay cielo, pues el paraíso está en otra parte.

Otra ambición tiene Martin Scorsese y otro resultado alcanza con George Harrison: Living in the Material World. El neoyorquino (también) es un maestro del documental, como han ilustrado sus memoriosos recuentos de cinefilia (Il mio viaggio in Italia o A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies) o sus acercamientos a músicos y músicas, como el monumental No Direction Home: Bob Dylan (1985), cinta biográfica sobre Dylan, personaje al que volverá este año en Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese (2019); asimismo es autor del concierto mejor filmado de todos los tiempos, que tiene como protagonistas a los Rolling Stones, Shine a Light (2008), y del último vals de The Band, El último vals (The Last Waltz, 1978).

Su acercamiento a Harrison es de corte biográfico, y en las tres horas y media que le dedica, perfila un personaje memorable, digno de su filmografía. Como autor de novela del siglo XIX, Scorsese tiene la ambición de acompañar a su personaje desde su nacimiento y hasta su muerte. Así, vamos a Liverpool y asistimos al parto entre los bombardeos nazis; sabremos por los hermanos que George era un tanto presumido. Pronto llegamos a sus años como Beatle, y una buena parte de la película es dedicada a su vida como ex Beatle. En la ruta surge un ser humano contrastante, complejo, que se define más allá de la música, que presenta diversas facetas: es iracundo, irreflexivo, cachondo (según se puede inferir por más de un comentario), que puede ser superficial y procura la espiritualidad no por tener una propensión “natural” o por haberla descubierto después de una revelación sobrenatural, sino por voluntad, como una forma de balance –buscado deliberadamente–, como un medio para alcanzar la peace of mind que su realidad nomás no le ofrece.

Scorsese echa mano de harto material de archivo y completa su relato con entrevistas lo mismo a las mujeres del Quiet Beatle (Pattie, Olivia), que a colegas (Ringo Starr, Eric Clapton, Klaus Voorman), con un pasaje abundante con Ravi Shankar, o amigos (los Monty Pyton: Terry Gilliam, Eric Idle) y familiares (los hermanos, Dhani, su hijo). El mosaico alcanza para dar cuenta exhaustiva de su vida profesional, como músico, compositor, productor cinematográfico, pero sobre todo para dar cuenta del ser humano, de sus preocupaciones. Harrison dejó obras memorables, en las cuales se puede rastrear un discurso profundo: Scorsese tiene la virtud de estructurar los asuntos que le preocupaban, de expandirse en los temas que lo apasionaban. En su vida personal también era superficial, también vivía pulsiones y obsesiones. En un pasaje prodigioso, por ejemplo, y gracias al montaje –y la cinta es una muestra soberbia del uso del montaje– Scorsese da cuenta de ese espinoso episodio que tuvo como protagonista a Pattie y generó un conflicto entre Harrison y Clapton. La alternancia de testimonios, fotografías y fragmentos de la canción “¿No es una pena? (Isn’t It a Pity)”, que se oye de fondo, consigue valiosas dosis y matices de emotividad.

Al final queda claro que la espiritualidad en su caso es una necesidad, un medio para poder estar en este mundo material. Queda claro que Harrison era un hombre generoso pero también rencoroso (si bien al final parece estar en paz y quedar en buenos términos incluso con el antipático McCartney). En la ruta hay bastante humor, cortesía de Idle y Gilliam, quien aporta una gran carcajada a la solemnidad que otros le cuelgan al gran George. Scorsese cumple con rigor con los requisitos de la cinta biográfica (para biografías de los Beatles me quedo con la serie radiofónica de la BBC narrada en español por Juan Peirano) y presenta conclusiones valiosas. Yo me quedo menos con la grandilocuencia de Phil Spector (productor de algunos álbums de Harrison) o el juicio sobre el músico; me desconcierta el excesivo tiempo que se le dedica a Olivia (quien hace un balance no menos grandilocuente aunque poco claro del hombre). Al final me quedo con George y su humildad, con un comentario que me genera mucha simpatía: después de ser agredido en su casa y tener un vislumbre de la muerte, se pregunta sobre lo que se perdería si muriera, y su conclusión es: “Tengo un hijo que necesita un padre. Tengo que luchar por él todo lo que pueda. Pero aparte de eso no encuentro muchas más razones para seguir aquí”, aquí en el mundo material. Amén.

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